Tell~us apela a la conciencia ecológica del espectador empujándole a experimentar un intenso sentimiento de lo sublime frente a las fuerzas de la naturaleza. Un sentimiento que, como indica Immanuel Kant, tiene un carácter subjetivo, ya que “no se sustenta tanto en las disposiciones de las cosas externas que lo suscitan, como en el sentimiento de cada hombre para ser afectado de placer o displacer” (1990, p. 29). Este sentimiento de lo sublime, en su grado de experimentación más elevado, genera en el hombre una sensación de asombro, que según indica Edmund Burke (1987), se articula como “un estado del alma en el que todos sus movimientos se suspenden con cierto grado de horror”, pero que normalmente está acompañado de un sentimiento de “admiración, reverencia y respeto”(p.42). Así, en este proyecto, a través del lenguaje del arte se intentan conectar estos dos sentimientos enfrentados: el miedo ante la consciencia de nuestra propia insignificancia frente a la inmensidad de la extensión del universo y el disfrute en la reafirmación de nuestra unión inexorable con él.
Con nuestra presencia influimos en los espacios, pero, a su vez, estos lo hacen sobre nosotros en formas de las que muchas veces no somos conscientes y que, en muchos casos, hemos interiorizado como miedos o costumbres ancestrales. Las fuerzas de la naturaleza desbordan al hombre y lo hacen conocedor de su dimensión, de ser un punto perdido en un universo infinito. Este proyecto busca vencer estas limitaciones o temores reduciendo a trazos visibles las energías cósmicas y telúricas que nos rodean, mostrándonos como parte integrante del anima mundi, del alma del mundo; y, por tanto, ayudando a entender la importancia de establecer y participar activamente en avanzar hacia un escenario de desarrollo sostenible y equilibrado de nuestro entorno.
Tell~us. Dinámicas de lo sublime busca emular esos sentimientos de atracción hacia lo sublime de la naturaleza y sus energías incontrolables —algo que en muchos casos nos sorprende no ser capaces de entender—, con el fin de hacernos reflexionar sobre lo efímero, lo que transita y lo que permanece. En nuestra dimensión humana, la mayoría de las veces estamos muy limitados a la hora de prever, controlar, mitigar o revertir los efectos adversos de esas energías que nos rodean y que determinan nuestra vida. Así, a pesar de todos los avances tecnológicos, seguimos estando expuestos a los fenómenos naturales que, como hemos aprendido, pueden ser de una fuerza incontenible. Esta es una limitación a la que se unen los miedos heredados de nuestros ancestros, así como una serie de conductas de consumo aprendidas y mantenidas durante los últimos siglos, lo que complican su efectividad a la hora de mantener nuestro entorno en
equilibrio.
Tellus significa en latín “tierra” o “telúrico”, de ahí el título de la exposición. Lo sublime es aquello absolutamente grande, aquello no imaginable. “Se relaciona tanto con acontecimientos naturales como con las acciones humanas, y los sentimientos que suscita no sólo provocan un placer estético sino también, y sobre todo, una profunda reflexión ética” (Scheck, 2009, p.38). Lo bello implica una contemplación serena y apacible, mientras que la experiencia de lo sublime agita y mueve el espíritu, causa temor, pues sus experiencias nacen de aquello que nos resulta temible y que se convierte en sublime a raíz de la no concordancia entre lo experimentado y nuestras ideas previas. Nos sentimos atraídos de forma inconsciente y irresoluble hacia aquello que nos produce sentimientos sublimes, que va más allá de la pura belleza, ya que implica un sentimiento encontrado de atracción y temor. Este sentimiento de displacer lo experimentamos de forma muy clara al contemplar el “anima mundi”, el alma y la energía del mundo. Es el espíritu etérico puro que subyace en toda la naturaleza y que es parte fundamental de ésta, al igual que el alma lo es para el ser humano.
Así, en este proceso el miedo es sustituido por una sensación de bienestar y seguridad al enfrentarse a algo superior, haciéndonos conscientes de formar parte, como una pequeña pieza o herraje, de una maquinaria compleja que debe mantenerse en un cierto equilibrio duradero. En consecuencia, como indica Francisco Cruz (2006), a través de lo sublime podemos hacernos conscientes de “la angostura del mundo frente al constante e ilimitado afán del espíritu por saltar los límites de la naturaleza” (p.136). Así, siguiendo lo indicado en tratado del siglo I titulado “De lo sublime” —Perì húpsous— atribuido a Longino, podemos establecer que:
[l]a naturaleza no ha elegido al hombre para un género de vida bajo e innoble, sino que, introduciéndonos en la vida y en el universo entero como en un gran festival para que seamos espectadores de todas sus pruebas y ardientes competidores, hizo nacer en nuestras almas desde un principio un amor inconvencible por lo Luz Bañón que es siempre grande y, en relación con nosotros, sobrenatural. Por eso, para el espíritu de la contemplación y el pensamiento humano no es suficiente el universo entero, sino que con harta frecuencia nuestros pensamientos abandonan las fronteras del mundo que nos rodea y, si uno pudiera mirar en derredor la vida y ver cuán gran participación tienen todo lo extraordinario lo grande y lo bello, sabría, en seguida, para qué hemos nacido. (Citado en García, 1979, pp. 202-203)
Referencias Bibliográficas
Burke, E. (1987). Indagación Filosófica sobre el origen de nuestras ideas acerca de lo sublime y de lo bello.(M. Gras, Trad.). Tecnos (Obra original publicada en 1757).
Cruz, F. (2006). Estética de lo sublime. Analecta: Revista de Humanidades, (1), 135-142.
García, J. (1979). Sobre el Estilo. Sobre lo sublime. Gredos
Kant, I. (1990). Observaciones acerca del sentimiento de lo Bello y lo Sublime. (L. Jiménez Trad.). Alianza. (Obra original publicada en 1764).
Scheck, D. O. (2009). Lo sublime en la modernidad: De la retórica a la ética. Revista latinoamericana de filosofía, 35(1), 35-83.